Navidad del Señor 2023

Lecturas misa del Gallo

Lectura del profeta Isaías (9,1-3.5-6)
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebraste como el día de Madián.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: “Maravilla de consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz.” Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.

 

Salmo responsorial 95
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R.

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. R.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R.

 

Lectura de la carta a Tito (2,11-14)

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

 

Evangelio segun san Lucas 2,1-14

En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.”

 

Lecturas misa del dia 

Lectura del profeta Isaías (52,7-10)

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

 

Salmo responsorial: 97

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. R.

 

Lectura de la carta a los Hebreos (1,1-6)

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”

 

Evangelio segun san Juan 1,1-18

En principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

 

HOMILÍA Y REFLEXIÓN SOBRE LA NAVIDAD

El significado de la Navidad.

“Navidad” significa “natividad o nacimiento”; pero, nacimiento ¿de quién? Este término se refiere al nacimiento de Jesús de Nazaret, llamado por los cristianos “Jesucristo” (Jesús el “Cristo”, el “Ungido”, el “Salvador”). Para muchos no cristianos Jesucristo fue un profeta cuyas enseñanzas ayudaron, y siguen ayudando, a dar sentido a la vida de muchas personas. Para los cristianos, Jesús es el “Mesías” (término hebrero) o el “Cristo” (término griego), es decir el “ungido” o el “consagrado por Dios” cuya presencia histórica ofrece a la humanidad un camino de liberación al que llamamos “salvación”. A esta presencia histórica y liberadora de Dios la llamamos “misterio de la encarnación”, que es lo que básicamente celebramos en la Navidad.

Sobre el misterio de la encarnación.

La encarnación viene a ser como la inmersión total de Dios en su creación (en el mundo) para salvarla desde dentro, respetando su autonomía y libertad. Para quien se abre a la fe, todo lo creado tiene su origen en Dios, pero no solo como algo del pasado (ya se originara a través del llamado “big bang” o de otra forma), sino como una experiencia que sigue ocurriendo hoy, pues Dios crea de forma permanente. En la creación podemos encontrar “la huella” de Dios, pero no a Dios mismo, porque Dios no se confunde con su creación, aunque se haga carne en ella. La creación es autónoma de Dios; tiene sus propias leyes. El ser más perfecto de la creación es la humanidad, hecha “a imagen y semejanza de Dios” y dotada de autonomía y libertad, bien para entrar en diálogo con Dios o bien para rechazarlo, escondiéndose y alejándose de Él. Todo esto está maravillosamente narrado en el mito de la creación del mundo del libro del Génesis, incluyendo el origen del pecado. En este relato observamos cómo Dios crea mediante su Palabra (“Y dijo Dios….”). También en el Nuevo Testamento el Evangelio de Juan nos recuerda este origen: “Al principio existía la Palabra… la Palabra era Dios… por medio de la Palabra se hizo todo…”

Como las ideas se hacen “carne” cuando se expresan con palabras (orales o escritas), el mundo sólo puede existir cuando es verbalizado por Dios. Todo lo que vemos es expresión de la Palabra creadora y creativa de Dios. Si la Palabra es origen de todo, sin diálogo no es posible la vida.

Un monólogo no construye nada, sólo una relación autorreferencial que se agota en sí misma; un círculo vicioso improductivo. Por eso la información (literalmente “estar en la forma”) es la clave de la existencia. Cuando no hay información sobreviene la nada, que es la ausencia de forma. Esto supone que el diálogo es fundamental en las relaciones humanas, no solo entre personas, sino también con la naturaleza. Sin palabras, las ideas se evaporan y desaparecen. Sin diálogo, el ser humano queda “ninguneado”, reducido a la nada.

Cuando Dios se encarna, entra en la naturaleza de su creación, pero respetando su autonomía, sus leyes, sus tiempos y sus procesos. Dios encarnado no violenta el mundo, sino que se somete a sus límites (incluso a la muerte) para desde ellos, ofrecer una salida definitiva, una orientación, un sentido vital capaz de hacer pleno el corazón humano. Dios se encarna porque es el único camino para liberar y conducir la humanidad a la plena libertad.

El pecado que aleja de Dios, razón para que Dios se encarne.

Históricamente el hombre ha experimentado no solo el diálogo creativo de Dios que armoniza la su existencia, sino también el desprecio de la humanidad a su Palabra, es decir, a todo aquello que construye la vida. El ser humano elige en muchas ocasiones un monólogo egoísta al diálogo con la naturaleza, con el prójimo y con Dios. A esta inclinación humana la llamamos “pecado original”. Por este pecado la humanidad niega la Palabra que la crea, abocándose al precipicio de la muerte, que es la separación total de Dios, el reino del eterno silencio y de la oscuridad sin atisbo alguno de luz.

Para evitar esta trágica ruptura, Dios se integra en su creación; no la violenta desde fuera a través de energías que fuercen su libertad, sino que la dinamiza desde dentro, introduciéndose en ella como el aire entra primero en los pulmones para salir después en forma de aliento, haciendo posible la palabra al hacer vibrar las cuerdas vocales. Por medio de esta palabra, divina y humana, Dios se va revelando poco a poco como compañero que sugiere, inspira y alienta. Esta experiencia dialogal, profundamente espiritual, es el origen de lo que conocemos como Biblia y de tantos otros textos sagrados de diferentes religiones. Sin esta experiencia fundamental de encuentro con el misterio creativo de Dios, la Palabra de Dios (la biblia y los demás textos sagrados) no serían más que literatura, un arte bello encerrado en el laberinto de una estéril estética.

El valor de la Palabra de Dios permite que ese arte literario o musical (los salmos con canciones) pueda entrar en diálogo con la fuente original de esa misma Palabra, que no es la originalidad del escritor, sino la creatividad del Espíritu de Dios que lo inspira. Como palabra humana puede ser antigua, pero como palabra divina su vigencia es siempre actual.

Navidad: vivir la Palabra que está entre nosotros.

En muchas ocasiones y de diversos modos Dios ha hablado, no solo a través de la naturaleza, sino sobre todo a través de personas que han ejercido de líderes espirituales (fundamentalmente sacerdotes, profetas, reyes, pero también a través de otras personas). Esto ha dado origen a numerosas formas de relacionarse con Dios; estas formas son conocidas como “religiones”.

Hay un acontecimiento especial en la humanidad que supone una presencia singular de Dios en el mundo. Este acontecimiento fue profetizado ya en el Antiguo Testamento, sobre todo por el profeta Isaías. Dicha profecía hablaba de la llegada de un mesías Salvador, quien vendría no como un líder más, sino como la presencia y manifestación plena de Dios en la historia. Para aceptar esta presencia de forma real (no sólo simbólica) es necesaria la fe. La fe supone confiar en la Palabra de Dios, dejándose guiar por ella a pesar de no ser capaces de ver el camino. Una mujer, María de Nazaret, aceptó esta Palabra, que sin duda conocía a través de su religión; la acogió y en su seno y la desplegó a través de su hijo, en cuya persona se cumplen muchas de las profecías del Antiguo Testamento. María, junto con José (que también acepta la Palabra de Dios), son modelos de creyentes para toda persona que quiera encontrar sentido a su vida. Ellos dos son los que envuelven a Dios hecho hombre en el portal de Belén, símbolo de una humanidad que cree, espera y recibe la llegada de Dios al mundo.

Creer en Navidad.

La verdadera Navidad supone disponer el corazón para acoger la presencia de Dios en la historia, acontecida en la vida de Jesús de Nazaret, reconociendo en él la presencia realmente liberadora de Dios. Para celebrar la Navidad es necesario mirar este acontecimiento histórico con fe. Sin fe también es posible celebrar la navidad, pero como otra de tantas fiestas que pasan de largo sin ser capaces de transformar nuestras vidas. Sólo la fe convierte la Navidad en una oportunidad para reconocer que la propia vida es como un pesebre, pequeño y sucio, en el que Dios se puede hacer presente si le dejamos. Muchas posadas se cerraron a su presencia; nosotros estamos invitados a no cerrarnos a la posibilidad de que Dios venga a transformarnos.

La fe es un don que suelen tener las personas más sencillas y pobres, como los pastores, que fueron los primeros en escuchar la primera palabra que Dios pronunció al hacerse hombre: el llanto de un niño en una noche oscura. Ese llanto proviene de la marginación y la pobreza; es un grito de dolor pero también de lucha por la vida. Ese llanto, con los años, dejaría de ser un simple gemido para convertirse en palabras que han alentado y siguen alentando la vida de muchas personas. De la misma manera, no es posible vivir realmente la Navidad si cerramos nuestras vidas a los llantos que actualmente se escuchan en nuestro mundo. Si los villancicos, adornos y luces de Navidad ocultan esos gritos del dolor que tratan de abrirse paso en la vida, la Navidad carece totalmente de sentido.

No son solo los pobres y sencillos los que pueden escuchar esta voz. También los que buscan con sincero corazón desde la ciencia o el arte. Los “magos” venidos de todas partes del mundo no pudieron escuchar el llanto de Jesús al nacer, pero pudieron descubrir en el cielo las estrellas que les guiaron hasta su presencia. Así, el científico y el artista también puede creer y buscar a este Dios “escondido” en lo cotidiano, arrinconado por el poder, la indiferencia o la injusticia a las cunetas y los pesebres de la historia. La fe es un camino de búsqueda, no un fuerte donde sentirse seguro. Los magos de oriente se pusieron en camino dejando la seguridad de sus hogares, arriesgando sus vidas por caminos nada seguros, siguiendo el tenue resplandor de una luz en su cielo. En ese camino se encontraron con el rey Herodes, quien temeroso no se atreve a salir de de la seguridad de su palacio. Por ello su corazón se empequeñece hasta convertirse en un corazón sanguinario.

Tener fe es creer; y creer es confiar, aceptar la posibilidad de que esta historia, con su parte de mito y leyenda, sea una historia real capaz de transformar nuestra vida. Creer es tener valor para cargar con las propias dudas sin refugiarse en la seguridad de los dogmas, tras los escudos de la intransigencia o los clichés de los prejuicios. La fe no es un monólogo aprendido que se repite, sino un diálogo sincero con la vida, como María que dialogó con el ángel Gabriel buscando razones para todo, pero también confiando, porque se sabía una simple criatura envuelta por un maravilloso y tremendo misterio. Que el ejemplo de María nos haga más humildes para que también, como ella, seamos capaces de acoger la Palabra de Dios que nos recrea. Si así lo hacemos daremos fruto abundante recorriendo un camino de dicha y esperanza que nos llevará a la verdadera libertad.

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