Meditaciones Cuaresimales 2023 antes Jesús Prendido

Los iconos que usamos en las procesiones de semana santa tuvieron en su origen el objetivo de ilustrar y representar visualmente la pasión del Señor. En nuestra cultura, estos iconos son esculturas subidas en tronos llevados a hombros, también denominados “pasos”. Quizá la palabra “paso” sea la más adecuada para el objetivo de las imágenes sagradas que procesionan, porque al mismo tiempo que significan el movimiento de pasar por delante de los que las contemplan, también remiten a la pascua, es decir, al misterio central de la fe que significa el paso liberador de Dios por nuestras vidas.

 

En otras culturas los iconos no pueden ser esculturas, sino sólo pinturas. Detrás de ello está el temor a convertir en ídolos las esculturas con las que pretendemos significar los misterios de la fe. Pero según la visión católica, el arte es una forma de acercamiento a ese misterio sagrado. Así, dentro de las diferentes expresiones artísticas, tan válida puede ser una escultura, una pintura, la música, el canto o una escultura. Nosotros, acostumbrados desde pequeños a las imágenes sagradas expuestas en los templos que a veces desfilan por nuestras calles, hemos desarrollado una sensibilidad especial hacia ellas.

 

Es cierto que pueden existir excesos. Y es que, cualquier tipo de arte no deja de ser una mediación, no un fin en sí mismo. Es lícito que las diferentes cofradías y agrupaciones tengan un afecto especial a sus imágenes, pero lo que no es lógico es convertir la mediación de una imagen en un objeto idolatrado que, lejos de remitir al misterio de Dios, provoca un comportamiento incompatible con la caridad cristiana. Hemos de combatir así todo tipo de manifestación religiosa pública que en lugar de conducir al encuentro con el prójimo y a profundizar en la fraternidad, derive en una religiosidad de tipo intimista, privada, centrada más en el arte que en aquello que a lo que el arte remite.
Porque a veces resulta más fácil cargarse con un trono o paso de semana santa que con las cruces de la propia vida: el matrimonio, los hijos, el trabajo… la religiosidad no puede ser un escapismo de la realidad, sino una catapulta que te sumerge dentro de ella. Las procesiones no debieran ser una burbuja en la que tratar de encerrar de forma meramente estética la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, sino sobre todo ser fiel a lo que las agrupaciones aspiran: ser realmente hermandades, cofradías y fraternidades al servicio de las pasiones de Cristo que se suceden aquí y ahora, en los calvarios que nos rodean.

Si digo esto, es para enmarcar lo que ha de significar la contemplación de una imagen sagrada, en nuestro caso, la imagen de Jesús prendido. Cuando uno se apoya en el arte para llegar a Dios, toda imagen o toda obra artística ha de ser como una especie de ventana que nos abre al misterio de la fe. Por eso es importante mirar despacio, sin prisa. Mirar una imagen sagrada supone contemplar, y la contemplación es una forma de oración. Así, el rostro de Cristo prendido nos remite a otros muchos rostros sufrientes de hoy en día. Sus manos atadas evocan las ataduras con que la vida nos aprisiona sin dejarnos más salida que el camino del calvario.

 

Las imágenes sagradas son como una especie de Palabra de Dios. De hecho, la misma Biblia no deja de ser expresión de un arte, en este caso la literatura, la poesía o el canto de los salmos… Una procesión debería aspirar a ser una especie de biblia abierta y dinámica con la que hacer presente (re-presentar) el momento más álgido y nuclear de la fe: la Pascua: Es decir, que Dios asuma en su Hijo Jesucristo la muerte por amor, sea sepultado, descienda a los infiernos para rescatarnos del mal, resucite y ascienda a la derecha del Padre para abrirnos el camino de la libertad.

 

Soy consciente de que no a todos los cofrades, nazarenos o portapasos se les puede pedir la misma fe. Muchos de los que hacen posible las procesiones no son realmente practicantes de la fe. Incluso es posible que algunos no la tengan. Sin embargo, a través del camino de la belleza del arte, la Iglesia ha de ofrecerles la posibilidad de un Encuentro verdadero con el Señor.

 

Muchos vemos a la Iglesia como vemos a Jesús prendido: con las manos atadas por una realidad que nos desborda. La tentación es la de caer en un purismo que nos lleve a cortar las cuerdas y liberarnos de los elementos espurios. Pero hacer eso supondría caer en una especie de neo catarismo donde sólo unos pocos podrían desfilar. No seré yo quien detenga la religiosidad popular impidiendo que el Pueblo de Dios busque expresiones de fe más fáciles que las oficiales. Ahora bien, eso no significa que todo valga y que por el mero hecho de engalanarse y desfilar ya hayamos cumplido nuestras obligaciones como hombres y mujeres de buena voluntad o creyentes.

 

Os invito, por tanto, a que seáis coherentes con vosotros mismos. Cargad antes con vuestros compromisos, con vuestra palabra y con vuestras obligaciones. Y como nadie es perfecto, cargad también con los pecados que os atan las manos como se las ataron a Jesucristo. Y ante su imagen, pedid perdón por vuestros pecados, acercaos a los sacramentos, al calor de la Iglesia que es madre para todos. Convertíos y creed que Dios puede hacer obras grandes en vosotros. Si fue capaz de salvarnos con las manos atadas y atado también a un sudario, puede ser capaz realmente de transformar nuestras vidas a poco que pongamos de nuestra parte.

 

Feliz cuaresma 2023 y que Jesús prendido nos enseñe a llevar con dignidad nuestras propias ataduras.

Cuaresma 2023
Pascual Saorín Camacho
Párroco del Sagrado Corazón de Jesús (Cartagena)